El 23 de abril es una fecha señalada en el calendario catalán, pues se celebra la Diada de Sant Jordi, una jornada en la que las calles de Cataluña se llenan de puestos de libros y rosas, convirtiéndose en una auténtica fiesta de la cultura y el amor.
La tradición de regalar estos símbolos ha evolucionado con el tiempo, y hoy en día se intercambian indistintamente entre personas queridas, sin distinción de género. Sin embargo, en su origen, el gesto seguía un patrón más tradicional: los hombres obsequiaban a las mujeres con una rosa, mientras que ellas correspondían regalando un libro.
La figura de Sant Jordi surge en el siglo III con Jorge de Capadocia, un soldado romano martirizado por rechazar la persecución de cristianos. Su historia adquirió tintes legendarios y, en la Edad Media, fue adoptado como patrón por los caballeros. En Cataluña, su devoción creció hasta ser proclamado patrón oficial en 1667 por el papa Clemente IX.
La leyenda más conocida lo sitúa en Montblanc (Tarragona), donde un dragón aterrorizaba a la población, exigiendo sacrificios humanos. Cuando la princesa fue elegida, Sant Jordi apareció, lo venció con su espada y, de su sangre, brotó un rosal. El caballero tomó una rosa y se la entregó a la joven, dando origen a la tradición.
El gesto de regalar una rosa el 23 de abril en Cataluña surgió el siglo XV. Se tiene constancia de que en Barcelona se organizaba una «Feria de rosas» en esta fecha, a la que acudían muchas parejas de enamorados y, paralelamente, en la Diputación del General (actual Generalitat de Cataluña) se celebraba una misa en honor a Sant Jordi (patrón de Cataluña) en la capilla del palacio. En esta ceremonia, las mujeres asistentes recibían una rosa como obsequio, en una posible referencia a la Feria de rosas. A lo largo de los siglos, la costumbre de regalar una rosa se consolidó como una demostración de amor y afecto.
Además, la presencia de una espiga junto a cada rosa no es casualidad, sino que responde a un curioso simbolismo, ya que desde hace varios siglos se ha considerado la espiga como un emblema de fertilidad y prosperidad. Por tal motivo, al regalar una rosa como muestra de amor, se añadían espigas con el deseo de que la amada tuviera una vida fértil y la pareja pudiera formar una familia numerosa y próspera.
En las cercanías de la Diada de Sant Jordi, mayoristas de rosas, floristas y agrupaciones de todo tipo, se ponen manos a la obra para hacer llegar una rosa fresca a cada rincón. Llenando de vida y color las calles de todas las ciudades y pueblos de Cataluña.